¡Cuatro días sin entradas! ¡Qué desidia por mi parte!. Pero basta de lamentos y espero finalizar en esta entrada mi opinión acerca de la educación en España.
Como en el caso de la energía, la solución a la situación de la enseñanza en nuestra nación tiene que ser a muy largo plazo. Un sistema educativo tarda unos diez años en adoptar un modelo diseñado por las leyes orgánicas. Por tanto, una reforma debe hacerse pensando siempre en el futuro.
Una de las primeras medidas a realizar sería el reforzamiento de la figura de autoridad del profesor y crear un marco disciplinario en las aulas que agradecerían tanto los docentes como los alumnos. En última instancia, se puede imponer un mecanismo de puntos como en el carnet de conducir en el que el mal comportamiento de los alumnos conflictivos repercuta en una responsabilidad compartida con sus familiares.
Otra medida juiciosa sería elevar los niveles de exigencia en las materias impartidas, y mejorar sustancialmente la diversificación en la etapa de educación secundaria, dan opciones reales de acceso al mercado laboral a los alumnos que así lo prefieran.
La reforma más radical que planteo sería la promoción de la actual estructura escolar basado en una gran cantidad de centros públicos a uno en el que la mayoría de los centros sean privados. Para ello, se generalizaría el cheque escolar, cantidad de dinero que el Estado tiene obligación de proveer a los alumnos, y que los padres elegirían que centro escolar lo recibiría.
La educación pública debe estar reservada a las necesidades imperiosas, como la atención a educandos con discapacidades o en ámbitos rurales. Afortunadamente, la educación no es como la sanidad. Hay gran número de empresas y emprendedores dispuestos a proporcionar este servicio a la sociedad. Con la introducción de la competencia entre los centros, la calidad educativa aumentará de forma exponencial.
Todo tiene que cambiar. ¡YA!