Siguiendo con el tema de la entrada anterior, quisiera romper una lanza por las autoridades mundiales para la salud debido a las críticas vertidas hacia ellas a raíz de la pandemia de la denominada gripe A que se produjo el año pasado.
Es algo sabido que la peor epidemia a nivel mundial (pandemia) que ha padecido la humanidad tuvo lugar entre los años 1918 y 1919 con la gripe española. Esta pandemia causó la muerte a 25 millones de personas en 25 semanas. Se calcula que el total de fallecidos a lo largo de los dos años en que azotó el globo fuera de 50 millones. En comparación, el SIDA ha producido 25 millones de decesos en 25 años.
Estas pandemias de la gripe se repiten cada 25 o 30 años, y la última fue en 1977, por lo que se espera más pronto que tarde una nueva pandemia. Por ello, la preocupación principal de las autoridades sanitarias, empezando por la OMS, es detectar y evaluar las nuevas cepas de virus de la gripe que aparecen todos los años, y prevenir una gigantesca oleada de muerte como la que se produjo el siglo pasado.
En el caso de la gripe A, no falló la previsión de que esta cepa de virus se iba a extender por todo el planeta, sino la evaluación de la gravedad. El confuso seguimiento de los primeros casos llevó a pecar de prudentes a todos los responsables de salud, y encargar grandes cantidades de suministros médicos para hacer frente a una epidemia de gran envergadura.
Por fortuna, no fue así, y la gripe A resultó ser una cepa especialmente benigna del virus de la gripe, por lo que no hicieron falta muchos de los recursos de que se proveyó el sistema santitario. Y ahora se reciben quejas del despilfarro que ello ha supuesto.
Pero yo me preguntó:¿y si hubieran acertado?, ¿y si la gripe A hubiera sido una cepa virulenta?, ¿y si no se hubiesen encargado todos esos elementos sanitarios?
Pues nos quejaríamos con razón de la falta de previsión de nuestros gobiernos, con el agravante de que se hubiera provocado la muerte innecesaria de miles de personas.
Prefiero tener que tirar ahora mascarillas, vacunas, medicinas por falta de uso, que lamentar no haber tenido suficientes en los momentos críticos que, afortunadamente, no se produjeron.