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martes, 11 de enero de 2011

Todo tiene que cambiar IV.

Hoy si que me voy a meter en un negociado que conozco de forma superficial, pero que resulta evidente para cualquier ciudadano que tiene importantes deficiencias: el sistema judicial español. 

La característica general de nuestro sistema judicial es su lentitud. Todo tipo de procesos judiciales, incluso en las instancias más bajas, requiere una cantidad excesiva de tiempo. Como se dice, "una justicia lenta no es justicia". Pero este problema podría suplirse con una decidida inversión en la formación de personal judicial y en la adquisición de equipos e instalaciones para satisfacer esta necesidad básica de la sociedad y que debe de ser uno de las prioridades del estado. Toda inversión para mejorar la atención judicial es muy rentable a la larga, tanto desde el punto de vista económico como ético.

Más preocupante es la politización que existe de los órganos superiores de la magistratura. Que el Consejo General del Poder Judicial, sea designado por los partidos políticos, en vez de ser una decisión del conjunto de los jueces, es una vergüenza. Pero encima hemos de sufrir la asignación de los puestos para los principales órganos judiciales del país a los afines al gobierno de turno o un cambalache entre los partidos.

Y debo añadir la propia responsabilidad de los jueces y demás funcionarios pertenecientes a la administración de justicia. Admitiendo la presencia en la difícil labor judicial de personas honradas y esforzadas, el corporativismo entre los miembros del sistema judicial es atroz. Esto viene unido a una falta de sensación de responsabilidad personal acerca de las acciones que cometen.

Como no soy un experto, me abstengo de hacer propuestas técnicas concretas. Pero estoy seguro de que existen mecanismos e instituciones capaces de subsanar estos graves problemas de nuestro sistema de justicia. Es fundamental mejorar este poder del Estado para promover una mayor prosperidad de la sociedad española.

Todo tiene que cambiar. YA.

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