Después de mi centésima entrada, me he visto sumido en un gran silencio por las obligaciones de la vida cotidiana. Empiezo de nuevo a tomar el ritmo de publicación.
En pleno debate del estado de la Nación, que ha comenzado hoy, abordo el tema del movimiento del 15-M, también llamado de "los indignados". Y me parece oportuno hacer un análisis ahora, tras pasado más de un mes sobre su surgimiento.
Este distaciamiento que me puedo permitir aquí es una enorme ventaja sobre los medios de comunicación que tienen que optar por una postura u opinión desde el inicio del fenómeno, sin tener en cuenta determindso hechos sobre .
Yo aquí no voy a juzgar como surgió este movimiento, si fue espontáneo, apolítico, instado por el ministerio del Interior, por los antisistemas.... Sólo quiero constatar en que se ha convertido.
Puedo aceptar que que al principio hubo gente que se incorporó a las protestas con la cándida pretensión de que era un medio de regeneración de la actual coyuntura socio-económica.
Pero, desafortunadamente, enseguida se ha podido ver en qué iba a evolucionar y a convertirse. Porque los que sabemos un poco de historia, conocemos el hecho de que cualquier muestra de descontento popular en las calles termina siendo fagotizado por los elementos mejor organizados y experimentados.
En el caso del 15-M, se ha visto absorbido por la izquierda más extrema, compuesta por una amalgama de okupas, antisistemas, redskins, conocido por algunos como perros-flautas. Algo positivo se debía extraer de todo esto: este término sólo era empleado por algunos que estaban familiarizados con este tema; ahora se ha generalizado a todo el mundo.
¿Por qué el actual gobierno ha consentido las acampadas, protestas, asaltos, y diversas agresiones a la ley y el orden que comenten estos individuos y continúan haciendo?
Antes de las elecciones municipales del 22 de mayo se podría haber pensado en que el desalojo y detención de los componentes de estas protestas hubieran sido perjudiciales para el PSOE en vísperas de las elecciones.
Pero tras la debacle electoral del partido gobernante, se ha visto a las claras el planteamiento real de la permisividad gubernamental: que este movimiento se transforme en el embrión de lo que será el escenario deseado por el partido socialista tras la muy plausible victoria del PP en las próximas elecciones generales: una bronca callejera continua amplificada por los medios de comunicación afines contra las medidas que adopte el nuevo gobierno.
Acabo de mencionar uno de los elementos claves y más irritantes de este fenómeno: la connivencia abyecta de los medios de comunicación con las protestas. Mientras que hacían el vacío a movimientos cívicos más loables y legítimos como las manifestaciones de víctimas del terrorismo, se han volcado con estos personajes surgidos de la nada y que se dedican a violentar la ley y el espacio público.
Como plocamó el fundador del partido socialista, Pablo Iglesias, "El PSOE estará dentro de la ley mientras nos sirva, si no...". Parece que está es la estrategia por la que ha optado los dirigentes socialistas ante el panorama político que se avecina en los próximos años.
Pero, además de ser una actitud claramente reprobablemente desde el punto de vista moral, es además un error práctico. Este tipo de estrategias políticas de protesta continua es muy cara. Las masas que acampan, amedrentan a los diputados electos, boicotean los actos judiciales de embargo legítimo, no viven del aire. La mera tarea de organizarlos, estimularlos y coordinarlos requieren el engrase con grandes cantidades de líquido monetario. Perdidos los ayuntamientos, las diputaciones, las comunidades autónomas, y tras las elecciones genertales, del gobierno central, ¿de dónde van a sacar esta financiación el partido socialista?.
Si el Partido Popular ostenta el poder de forma decidida y contudente, y resiste con firmeza los embates que lancen desde las filas de la izquierda radicalizada, en seis meses-un año, se disolverán envueltos en la bancarrota.