A veces uno tiene que presumir de adivino, y este es el caso. Ya dije en mi entrada del 23 de Mayo, justo después de las elecciones del 22-M, que un proceso de primarias dentro del seno del PSOE era algo temerario y destructivo para este partido. Y en su seno deben haberme hecho caso, porque ya tenemos candidato in pectore: Alfredo Pérez Rubalcaba.
A pesar de ello, la situación no pinta mejor para el partido socialista. Pérez Rubalcaba en un candidato pésimo, cargado de pasado (terrorismo de Estado y corrupción en la etapa González; y negociación y chivatazo a ETA en la etapa Zapatero) y con muy mala imagen (tiene una pinta enfermiza). Además, ya no contará con un empuje debido a un proceso de primarias. Más bien al contrario: después de años criticando a Aznar por la forma de designar a Rajoy, Zapatero ha actuado de forma similar.
Aún con todo esto, lo mejor para España y el PSOE es la convocatoria inmediata de elecciones generales. En septiembre mejor que en octubre.Y es que si el gobierno socialista espera un milagro en lo económico que permita levemente remontar en las encuestas, va servido. Los tipos de interés subirán hasta final de año, con la consiguiente presión para nuestra deuda pública y privada, sin contar que la perpetua falta de reformas profundas del ejecutivo inquietará sobremanera a los inversores. No hacen falta que éstos conozcan con detalle las cuentas públicas de las comunidades autónomas en las que el PP ha entrado a gobernar. El desastre ya lo intuyen. Sumemos a esto otras variables macroecónomicas como puede ser la inflación en China o el estallido del defícit público en EEUU. Es un paronama poco halagüeño.
Y si su esperanza está puesta en el fin de ETA, ¡qué panda de ilusos!. Después de conseguir gracias a los socialistas su presencia en las instituciones de Vascongadas y Navarra, y el control de casi 1000 millones de euros de nuestros impuestos ¿qúe razón tienen para disolverse?. Ninguna.
Lo que nos libra de una quieba soberana es que:
1º.- Una gran mayoría de nuestra deuda es privada . Es decir, depositada en empresas y particulares. España debe 3,84 billones de euros, de los cuales una cuarte parte corresponde a la deuda pública. Y es que la deuda privada no se puede rescatar. Para hacerse una idea de la inmensidad de nuestra deuda, supone el 360% del P.I.B. nacional. En términos comprensibles: todos los españoles, incluso los bebés, tendríamos que trabajar gratis durante tres años y siete meses para pagar toda la deuda.
2º.- El previsible cambio de gobierno central en las próximas elecciones generales, lo que supondría un nuevo gobierno con un programa de medidas radicales ante la crisis económica y el paro.
3º.- La confianza en la capacidad de trabajo e iniciativa del pueblo español. Yo tengo una imagen mental: la potencia para salir de hoyo e impulsar este país hacia adelante está contenida como el agua en una presa. La presa está formada por todas las cosas que se tienen que cambiar: mercado laboral, convenios, sindicatos, empresarios, educación, impuestos, trabas al emprendedor. Esta presa tiene que ser demolida por el nuevo gobierno para que nuestra fuerza de trabajo inunden el mercado y creen riqueza. Esto no es una ilusión: con unas reformas mínimas, el gobierno del PP de 1996-2004 supuso una explosión económica nunca vista.
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