Como ya había previsto en anteriores entradas, la posición del partido socialista tras las elecciones es calamitosa, pero he de reconocer que no creía que lo fuera tanto.
El enrocamiento de Rubalcaba, el cómite socialista analizando los pasados comicios en clave de victoria, Carmen Chacón postulándose para el congreso, y José Bono repartiendo estopa a ambos, sin mencionar la perspectiva ominosa de las elecciones andaluzas, dibujan un panorama realmente desolador para el socialismo.
Que conste que todo esto me parece fabuloso. Yo no soy hipócrita, y cuandos mis rivales políticos meten la pata, quiero que lo hagan hasta el fondo y permanezcan allí. Pero es increíble que haya personas de la izquierda que todavía digan que no ha pasado nada porque Rajoy no ha alcanzado los 11 millones de votos, que hubo más abstención, que los votantes les abandonado porque no han sabido entender las medidas que el gobierno de Zapatero se ha visto obligado a ejecutar.
Todo una colección de excusas con tal de no reconocer la realidad: que el ejecutivo socialista lo ha hecho rematadamente mal en todos los ámbitos. Pero lo más sangrante, como es lógico, es su comportamiento en el área económica cuyo resultado más terrible son los cinco millones de parados.
Y estos últimos días de presidencia de Zapatero no han hecho más que ahondar más en esos errores: informe sobre el Valle de los Caídos(¿a quién le importa?), intento de aprobación de tapadillo del reglamento de la liberticida ley Sinde(gracias a Dios, no ha podido ser) y reparto de subvenciones a diestro y siniestro para organizaciones afines.
Pues sí, parece que los socialistas no están aún preparados para realizar crítica interna y tomar medidas. Mejor que mejor para el PP y el nuevo gobierno de Rajoy, que lo va a tener ya difícil de por sí.
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