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martes, 8 de febrero de 2011

Mitología zombie: su origen y su imposibilidad.

Como quedé en mi entrada anterior, me dispongo a tratar el origen de los zombies, y a exponer argumentos sobre lo imposible de la viabilidad de reanimar un cadáver humano.

La gente siempre ha tenido sus tabúes con respecto a los muertos. De hecho, es uno de los rasgos más significativos de la humanidad. No hay cultura o civilización sin una postura sobre qué hacer con los muertos. Nosotros los enterramos, otras como la tibetana los descuartizaban y los entregaban a las aves carroñeras que actuaban de psicopompos, es decir, que conducían a las almas a la otra vida. 

Y siempre ha existido cultos y ritos hacia las personas desaparecidas. La mayoría nacian con intención de ayudar a los fallecidos en la otra vida, pero otros querían aprovecharse de los supuestos conocimientos que poseerían los muertos en la otra vida, la llamada nicromancia. La tabla ouija y las sesiones de espiritismo son parte de esta superstición.

El mito de los muertos vivientes moderno surge de los cultos vudúes que se practican en el África occidental, y que con el comercio de esclavos, se extendió al Caribe y al sur de los EEUU. En estas regiones, los originales ritos animistas africanos se mezclaron con las creencias cristianas, dando origen a los actuales cultos vudúes.

En este universo de supersticiones, la magia, los espíritus, los dioses, son tan reales como cualquier otra cosa. La mayoría de la gente recurre a los hechiceros vudúes buenos para efectuar rituales mágicos orientados a la fertilidad, la buena fortuna, el éxito amoroso, etc.

Pero hay otros hechiceros que utilizan sus conocimientos para el mal. Y al peor maldición que pueden ejercer es la maldición zombie. Según cuenta la leyenda, el hechicero soplaba sobre la cara de la víctima el polvo zombie, y ésta moría de forma inmediata. Después, cuando su familia ya lo había enterrado, el brujo iba a su tumba y lo llamaba, haciendo que su cadáver fuera a partir de entonces su esclavo.

Esta leyenda podría tener  su base en el uso de un veneno llamado tetradotoxina, procedente del pez globo, abundante en aguas caribeñas y africanas, para inducir un estado de muerte aparente. Esta catalepsia es temporal, y como el brujo conoce la duración del efecto, puede anticiparse y recobrar el cuerpo de su víctima. La tetradotoxina es muy potente, y si no mata al sujeto, lo deja con graves trastornos neurológicos, aparte de los posibles daños al sujeto durante el enterramiento. De ahí viene que los zombies no tengan voluntad, anden a trompicones, tengan un comportamiento primario, toda la panoplia de tópicos asociados a los muertos vivientes. Esta hipótesis carece de pruebas concluyentes. Además, no se conoce ningún caso de víctima directa de un proceso de zombificació.

Hasta aquí el origen del mito de los zombies. Así que paso a explicar porque es prácticamente imposible dotar de animación a un cadáver, ya sea humano o animal.

Los organismos vivos son elementos prodigiosos que poseen una tremenda complejidad. Cuando la muerte sobreviene, el delicado equilibrio que mantiene la vida se resquebraja con efectos devastadores. Un cerebro empieza a morir tras cuatro minutos sin oxígeno, las microfibras musculares se descomponen, la sangre se coagula y las proteinas de los citoplasmas celulares se precipitan. Todos estos procesos son irreversibles, y son rápidamente aprovechados por una míriada de bacterias que se empiezan a alimentar. 

Incluso con un margen de pocos minutos, los daños son tan graves que hacen imposible cualquier proceso de animación o regeneración. Además, todos los muertos vivientes tendrían que respirar. Sólo la oxidación de los alimentos pueden suministrar la energía precisa para moverse. Sin contar la alimentación. Tendrían que actuar como un organismo vivo. Por supuesto, contando con una resucitación debida a causas naturales. Si es de origen sobrenatural,  el margen de las historias de zombies es mayor.

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