El viernes pasado fui al estreno de Tron: Legacy, secuela de la película de ciencia-ficción de los ochenta Tron.
Yo debo ser de los pocos que vio en su día el filme original. La vi cuando tenía ocho años en una sesión de cine de los sábados tarde en Televisión Española. No voy a referir aquí los motivos por los que esta película, a pesar de su fracaso comercial, se convirtió con el transcurso de los años en un cinta de culto para los aficionados al género de la ciencia-ficción.
En mi opinión, Tron: Legacy es una oportunidad perdida de hacer una buena obra cinematográfica. El guión está repleto de ideas interesantes que no se desarrollan y tramas que se quedan en el aire, además de añadir pasajes innecesarios. Se nota que el director Joseph Kosinski, debutante en estas lides, se ha limitado a realizar un producto comercial, sin tener la osadía de ahondar más en las posibilidades que existían en el guión.
Como espectáculo de acción, funciona de forma más que correcta. Los actores cumplen su función y los efectos visuales y sonoros son de una calidad fantástica. En general, es mejor película que Avatar, por ejemplo. Por lo menos es menos pretenciosa, y no pretende aleccionar al público.
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