Mi sexta entrega sobre las novelas de Marc Levy: Siete días para una eternidad.
Como siempre, antes del análisis, una breve sinopsis:
Zofia es un ángel, y Lucas un demonio. Literalmente. Ambos son los mejores agentes de sus respectivos jefes en La Tierra, y se les encomienda un desafío de una semana en la que se decide el curso de la humanidad. Pero existe un factor imprevisto, el amor imposible que nace entre ambos....
Mi primera crítica a esta novela es que Marc Levy debería haberse informado un poco acerca de demología y angeología. Si lo hubiera hecho, no habría escrito este argumento. Y es que los demonios lo son precisamente por su incapacidad de amar. Al haber roto con el Amor Primero, Dios, es imposible que sientan amor hacia nada ni nadie, siquiera sus propios compañeros en el infierno. No tienen más que odio y desesperación y su único anhelo es que los humanos se postren también en ese estado. Pueden fingir las reacciones amorosas en su deseo de mentir y hacer daño a los hombres, pero el amor no existe para ellos.
Los ángeles son seres espituales de voluntad e inteligencia sólo inferiores a la de Dios, y sólo fueron tentados una vez. Los que cayeron en la iniquidad se convirtieron en demonios y fueron desterrados al estado de infinita desesperación que es el infierno. Los que permanecieron fieles forman parte de la corte divina y ayudan a Dios en su tarea.
Así que la historia romántica planeada por Levy es absurda desde el punto de vista teológico. Pero como soy consciente de que la inmensa mayoría de la gente no está muy versada en estos temas, puedo aceptar que el autor se haya tirado a la piscina.
A pesar de todo lo dicho, el romance entre Zofia y Lucas está desarrollado de forma
creible y la situación no te parece nada forzada. Muy emotivo es el
momento en que ambos intentan hacer cambiar al otro, y resulta
imposible. Y es que en la vida real es un gran error querer modelar a la
persona amada para que encaje en tus ideales. Cuando amas a alguien,
la aceptas tal cual es. Habrá cosas que te gusten y otras nos. Si
tienes la suerte de ser correspondido, esta persona intentará corregir
los hábitos y costumbres que le molestan a uno. Pero es una negociación:
tú no le pidas imposibles y el otro que se esfuerce al máximo. Si
realmente hay amor, merecera la pena. Y lo que es más importante:
mejorara tu vida.
Y está es la manera de distinguir un amor verdadero de una pasión destructiva: que el afecto nacido te hace ser mejor persona y alcanzar, como decía Machado, el valor máximo que puede ser un hombre: ser hombre.
La prosa empleada por Levy es vivaz, y como es habitual siempre que puede, incluye escenas de acción, aunque parezca fuera de lugar en una novela romántica. Pero el peligro agudiza las emociones que el autor quiere transmitir.
Además de la relación principal, existen otras tramas paralelas. La casera de Zofia, la señora, tiene un amor perdido que al final resulta ser la primera sorpresa del final de este libro. Y la historia de superación de la amiga de Zofia, , y le da una perspectiva humana al relato.
La novela transcurre en San Francisco, al igual que Ojalá fuera cierto, y
aquí también juega un papel fundamental el detective Pilguez. De hecho,
es la novela en que aparece más y es más decisivo en el relato. A veces
ocurre esto: los escritores le cogen cariño a determinados personajes, y
les dan más cancha en sus novelas.
Uno de los mejores páginas del libro es la carta que al final le escribe Lucas a Zofia. Muchos hombres han querido expresar esos sentimiento y no han tenido palabras. Ahora Marc Levy las ha plasmado para que las leamos.
Recomiendo encarecidamente la lectura de la novela, aún con las licencias teológicas que se realizan.
Para terminar, una de las mejores frases, una cursilería, pero que tiene un significado pleno para los afortunados que hayan estado enamorados: "Un solo instante de ti valía todas las eternidades."
Y un inciso patrio. Como decía José Zorrilla:
Dueña de la negra
toca,
por un beso de tu boca
diera un reino Boabdil;
y yo por ello, cristiana,
te diera de buena gana
mil cielos, si fueran mil.
por un beso de tu boca
diera un reino Boabdil;
y yo por ello, cristiana,
te diera de buena gana
mil cielos, si fueran mil.
No sólo los franceses escriben cosas románticas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario